Literatura, una palabra de difícil definición en cualquiera
de las lenguas en las que sea mencionada. Ni siquiera se sabe si debe ser
llamada “La literatura” o “las literaturas” pensando en la cantidad
inimaginable de particularidades que pueden tener los escritos de aquí, de
allá, de más al norte o de más al sur.
Sin embargo, una de las características importantes de esos
escritos de la literatura, es su cercana relación con la historia y la realidad
social del país en el que se desarrollan.
La literatura en Colombia ilustra
la experiencia y punto de vista de sus autores. Dentro de las obras que
conforman la producción literaria colombiana, algunas destacan por la manera
como son representados algunos fenómenos por medio del testimonio de quienes
las escriben.
Así, para refrescar la memoria colombiana aparece el
escritor Héctor Abad Faciolince con
su obra “El olvido que seremos”.
Quien ejemplifica a través de sus relatos autobiográficos, la realidad
vivida en una Colombia afectada por la violencia y la intolerancia.
En su libro titulado El
olvido que seremos, el autor
antioqueño relata hechos de su propio pasado, a través del protagonismo que le
brinda a su propio padre, en una suerte de homenaje póstumo donde no solamente
lo describe como persona o individuo, sino también como muestra de un símbolo,
de un padre que incluye ciertos valores sociales, religiosos y políticos. Es
así como el autor aprovecha la calidad humana de su progenitor para
representar, por medio de su imagen, una moralidad y un profesionalismo
considerados escasos en la Colombia del siglo XX; además, con el relato de su
asesinato complementa la denuncia principal de su obra, sobre la importancia de
impedir que tales valores y principios no se sigan perdiendo.
Comentarios del Libro http://www.letraslibres.com/revista/libros/el-olvido-que-seremos-de-hector-abad-faciolince
La mano, la memoria, el alma del escritor
necesitaron cincelarse durante dos décadas para abordar la escritura de esta
pérdida. “Me saco de adentro estos recuerdos como se tiene un parto, como uno
se saca un tumor”, cuenta Héctor Abad Faciolince
Por eso quizá el
relato El olvido que seremos cobra grandeza a partir de la
extrañeza. ¿Es posible este padre amoroso? Se carcajea más que sus hijos, llora
a mares cuando está triste, canta tangos y escribe poemas. Tampoco es el sostén
económico de la familia –al igual que en la antigua Grecia, en el gineceo de la
familia Abad, del dinero y el presupuesto familiar se encargó la madre por
vocación, en una división de roles totalmente atípica. O por lo menos a
contramano de la estadística, que si bien incorpora la jefatura de familia en
la mujer en los hogares con ausencia del padre, éste no era el caso del médico
Abad. Esta madre entiende además su función de proveedora como un acto más de
amor hacia su esposo y a su prole, convencida que de esa forma el médico puede
dedicar más tiempo a sus ideales. Por si fuera poco el doctor Abad educa a su
prole a fuerza de abrazos, con amor protege y rodea esa familia en una caricia
permanente, como un útero placentero y seguro en medio de una sociedad
atravesada por la violencia intrafamiliar, política, institucional e histórica.
“La idea más
insportable de mi infancia era imaginar que mi papá se pudiera morir, y por eso
yo había resuelto tirarme al río Medellín si él llegaba a morirse”. Hay
que imaginar al escritor, adulto, “nunca tanta sangre” en sus manos como la que
brotó aquel día del cuerpo inánime de su padre. Imaginarlo durante años
escribiendo otras novelas, hasta que un día decide ya no tirarse al río
Medellín y en cambio relatar la vida de ese hombre amado hasta poner orden en
los cajones, cicatrizando la herida desde la memoria. Un poco como quería
Nietzche escribir “para sobreponerse a la realidad”. El resultado es la historia
verídica del médico Héctor Abad contada con los recursos de la novela y que a
la vez es carta, testimonio, documento, ensayo y biografía; cuarenta y dos
capítulos que son la saga de la familia del escritor, iluminando la historia de
Colombia de las últimas décadas desde el lugar del amor y la justicia, aunque
sin poder evitar la pregunta con la que comienza y termina el libro. El por qué
de la muerte.